Muy mal. Peor. Aunque es posible que haya entusiasmado a sus huestes ?hay gente para todo- en el debate sobre el estado de la Nación, a mi me ha decepcionado una vez más. No se le puede recordar a Zapatero que está dónde está sólo gracias a la matanza de Madrid, sin acusarle a continuación de haber clausurado la Comisión de Investigación en donde diputados de su partido se esforzaron ?probablemente en contra de su voluntad- en desenmarañar unos hechos hasta ahora incomprensibles.

Mariano Rajoy ha dado de nuevo la espalda a sus militantes. No vale que diga ahora que el 11-M no tocaba hoy y que ya tocará otro día. Mientras no sepamos quién y para qué asesinó a 191 inocentes ha de tocar siempre. Es cierto que acusó a Zapatero de traicionar a los muertos, pero se refería a las víctimas de ETA, no a los que murieron en las estaciones de cercanías de Madrid. De ellos se olvidó el que se tiene por líder de la oposición. Y a ellos sí ha traicionado el presidente del Gobierno y su partido. Lo que no esperábamos es que también los traicionara quien sustituyó ?para desgracia de todos- a José María Aznar.

Después de escucharle esta tarde, estoy mucho más convencido de que Mariano Rajoy está muy lejos de poder representar una alternativa medianamente sólida a la patraña y el sectarismo que nos desgobierna. No se entera. Se conforma con vencer dialécticamente a un señor que no dice más que puerilidades y al que podría avergonzar cualquier alumno aventajado de primero de Derecho.

Ya podrá con ZP. Pero como el mismo dijo, no estaba allí para hablar del 11-M. ¿Para qué estaba entonces? ¿O acaso no le consta que es lo que más importa a los mejor informados de los que todavía hoy y a pesar de sus desprecios le votan? Patético el debate entre dos sujetos sorprendentes por absurdos. Rajoy, lamentable. Zapatero en su línea, ridículo. Es lo que hay. Nada.