España Liberal, 2005-05-16
Juan Carlos I recordó ayer en Roma que él es ?el rey de España y no el de Bélgica?, en respuesta a la pregunta de si iba a actuar como Balduino, que en 1990 renunció durante 36 horas a sus prerrogativas constitucionales para no firmar la ley del aborto. Vamos a ver qué le responde la Santa Madre Iglesia. Se supone que ante la ley de Dios todos somos iguales. Si se le niegan los sacramentos a una mujer divorciada, algún tipo de medida tendrían que adoptar ante tan alta y pública desobediencia.
Supongan que nace un Pelayin al que han de bautizar pocas semanas después de que el padrino sancionara el matrimonio entre homosexuales. ¿Qué decisión tomaría entonces la Iglesia Española? Ninguna. Tal vez se conformaría con que fueran sólo doce sacerdotes y no ocho los que oficiaran gozosos el sagrado sacramento. Así expresaría su llamémosle? ?protesta?. A los divorciados ni agua. Son piedra de escándalo. Sin embargo, todo se le consiente, perdona y justifica a los que sancionan con su firma que se asesinen a miles de niños cada año. Se mira para otro sitio y se pasa página con urgencia.
Dicen que en la Zarzuela están preocupados por la reacción de los pocos monárquicos que existen en España y que son mayoritariamente católicos. Lo dudo mucho. El problema lo tiene la Conferencia Episcopal entrampada una vez más en sus eternas contradicciones morales; no Don Juan Carlos, que hará lo que le dé la real gana sin que ningún obispo le niegue jamás un sacramento o un favor. Cuando necesite de una legión de curas, allí estarán para cubrir el expediente. Balduino tenía principios y respondía de ellos ante Dios y su conciencia. Lo nuestro es más ceremonial. Más postmoderno.