GREGORIO MAYANS: La Ilustración temprana

El Mundo, 31 de enero de 1999

Su abuelo, el abogado Juan Siscar es quien le incita al estudio del Derecho. Creador de la Historiografía y Filología españolas. Sus sucesivos planes educativos fueron ignorados o mutliados por las universidades.

GREGORIO MAYANS: La Ilustración tempranaUna de las tonterías de mayor fortuna entre españoles y extranjeros, especialmente tras la crisis del liberalismo de principios del siglo XX, es la de negar que en España haya existido Ilustración o cosa parecida. Bien es verdad que también se ha afirmado campanudamente que no hubo romanización, ni Bárbaros, ni invasión islámica, ni Reconquista, ni Feudalismo, ni Renacimiento, ni Burguesía, ni Capitalismo, ni Liberalismo, ni Democracia, ni nada. Nada y nunca. Reputados caudillos regionales proclaman hoy que España no existe, nunca existió o murió hace tiempo. Cadáver curioso el español, fantasmal, insepulto y con excelente color, de atender a sus pintores.

Con mucho trabajo empieza pues a reconocerse la figura de Gregorio Mayáns y Siscar, valenciano eminentísimo que pasó hartos trabajos en vida para que se respetaran tanto su persona como sus ideas y que representa admirablemente la Ilustración temprana. Tampoco surge de la nada, ya que sus fuentes son españolas: los novatores, que en las postrimerías del XVII desarrollan en una España aparentemente desvencijada pero soterradamente viva, impulsos, ideas y proyectos de reforma de ideas y costumbres que alimentan las Luces futuras.

Nació en Oliva (Valencia) en la última primavera del XVIII, el 9 de mayo de 1699. Su padre, Pascual Mayáns, era del bando austracista en la Guerra de Sucesión y acompañó al archiduque Carlos a Barcelona en 1706. Hasta 1713 en que lo envían de vuelta a Oliva estudia con los jesuitas de Cordelles pero ya en el pueblo natal es su abuelo el abogado Juan Siscar quien le incita al estudio del Derecho. Lo cursa en Valencia, donde trata a los novatores más destacados: Tosca, Corachán o Iñigo, que le facilitan lecturas esenciales en su formación, como Locke y Descartes.

En 1719 va a Salamanca para aprender más Derecho. El chasco por la situación universitaria, no mejor que la de Valencia, se compensa por el contacto que uno de sus profesores, Borrull, le facilita con el sabio helenista Manuel Martí, deán alicantino, que será su mentor y guía de lecturas clásicas, tanto españolas como latinas o griegas, y que encauzará su vocación hacia las Humanidades. Este derrotero es esencial en la futura creación de la Historiografía y Filología españolas por Mayáns porque entronca el afán ilustrado dieciochesco con el renacentismo español: Nebrija, Arias Montana, Fray Luis de Granada y Fray Luis de León, el Brocense, Luis Vives, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Cervantes...

Toda la larga y fecunda vida intelectual de Mayáns estará encaminada a recuperar, editar y enaltecer esa tradición española. Las Luces en España no dependen ni de la nueva dinastía borbónica ni son copia de Francia.

Tras terminar sus estudios de leyes en Salamanca y Valencia, siempre con cierta zozobra económica, gana la cátedra de Código Justiniano, pero sus colegas valencianos de la facultad de Derecho le hacen la vida imposible. Tras un panfleto en latín contra sus detractores, publica en 1725 la Oración en alabanza de las obras de D. Diego Saavedra Fajardo y en 1727 la Oración en la que exhorta a seguir la verdadera idea de la elocuencia española, donde critica los excesos barrocos y pondera la sencillez hispana y ática de los Fray Luises, Vices o el Brocense. Viaja a Madrid en ese año, donde le acogen con afecto el director de la Academia Española, Marqués de Villena y el Bibliotecario Real, Juan de Farreras.

Comienza a cartearse con Feijoo, pero pronto romperá con él achacándole escasa formación y mucha superficialidad.

En su Historia del Parlamento español, José Luis Abellán suscribe las tesis del gran erudito y editor mayansiano Antonio Mestre sobre la razón que asiste a Mayáns contra Feijoo y, sobre todo, contra Antonio Flórez, autor del gran monumento que es la España Sagrada, al que achaca recoger igualmente historia y superstición, muy especialmente en lo que respecta al apóstol Santiago.

En 1730, tras perder en favor de Arbuixerch la pavordía de la universidad valenciana, oposiciones en las que se mezclaron insidias políticas de borbonistas y austracistas, foralistas y antiforalistas y, naturalmente, las envidias y rencores suscitadas entre sus colegas por Mayáns, éste decide abandonar Valencia por Madrid, donde conseguirá el cargo de Bibliotecario Real. Llevaba del brazo su Orador Cristiano, (1733) que le abre en la Corte tantas puertas como le cierra. Un año antes ha publicado su autopresentación como latinista Epistolarum libre sex, que le abre las de media Europa.

En 1737 publica la primera biografía de su amadísimo Cervantes y Orígenes de la lengua española, verdadera fundación de la Historia de la Lengua y Literatura del español. Y escribe uno de los textos más tristes de nuestra historia: la Carta-Dedicatoria al ministro Patiño con un ambicioso plan de renovación académica y cultural de España: estudios sobre Lengua Castellana, de Ortografía, Gramática y Retórica; sobre Filosofía; sobre Jurisprudencia; sobre Historia; diccionarios de voces antiguas, etimológico, latino-español y español-latino, de Arte y Ciencias; una Historia documental de España y, en fin, una Historia de la Iglesia, que le parecía esencial. La carta, esto es lo triste, ni siquiera recibió respuesta.

En 1739, escaso de fondos y desengañado de ambiciones, se retira a Oliva, se casa con una prima, Margarita Pascual, y funda en 1742 la Academia Valenciana «dedicada a recoger e ilustrar las memorias antiguas y modernas, pertenecientes a las cosas de España». Su censura de la España Primitiva de F. Javier de la Huerta y Vega, «fábula indecorosa y opuesta a las verdaderas glorias de España», le enemista con las Academias de la Historia y Lengua. Su edición de la Censura de historias fabulosas, de Nicolás Antonio, enfrenta a la Academia Valenciana con la Inquisición. Mayáns se refugia en la correspondencia con el extranjero. Para los alemanes, sobre todo, se convierte en un mito.

La llegada de Fernando VI al trono y de Ensenada al poder rescatan del forzado retiro a Mayáns, totalmente reivindicado por Carlos III, que lo nombra Alcalde de Casa y Corte. Tras la expulsión de los jesuitas le encarga un nuevo plan de educación que los rectores universitarios, trocean y arruinan. Pero en Oliva y Valencia lo visitan viejos y nuevos ilustrados: Piquer, Pérez Bayer, Muñoz, Cerdá Rico, Cavanilles, Blasco... Dedica sus últimos años a preparar la edición de la Obra Completa de su adorado Luis Vives, pero muere su mujer y él le sigue en Diciembre de 1781. Tenía 82 años.

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