El Episcopado español lanza la voz de alarma ante las características antirreligiosas de la República, que culminarán con la
disolución de la Compañía de Jesús en el territorio español. En Bilbao luchan tradicionalistas e izquierdas por las calles.
El grupo anarquista sigue su labor revolucionaria proclamando su desconfianza ante la República.
El Partido Radical inicia una lenta pero segura separación de la izquierda, a la que había permanecido ligado hasta entonces.
La derecha monárquica se lanza a la calle en el
movimiento llamado del 10 de agosto, que fracasa en Madrid y triunfa brevemente en Sevilla al mando del general Sanjurjo.
A pesar de la violenta oposición se promulga en las Cortes el
Estatuto catalán y la
Ley de Reforma Agraria.