La madrugada de hoy nos ha traído un suceso emocionante. ¡Por fin! Ha estallado el complot que desde hace meses anunciaban los augures. Complot organizado contra el Gobierno y contra la República. A la hora en que escribimos estas líneas nos llega hasta la Redacción el eco del tiroteo que los guardias de asalto sostienen contra los grupos rebeldes. La información que recibimos es, como acontece siempre en los primeros momentos de todo suceso sensacional, incompleta, apresurada, a ratos incoherente; atiende más a los detalles dramáticos que a las causas profundas del hecho, y apenas permite formar idea de lo que acontece. ¿Quién es el alma del complot? ¿Quién el caudillo? ¿Qué se proponen, concretamente, los conjurados? ¿Cuál es su programa? Informes que no queremos acabar de creer afirman que entre los comprometidos figuran, junto a los monárquicos confesos y convictos, republicanos de esos que vienen dedicándose desde hace algún tiempo a la tarea de socavar los cimientos del Gobierno, a presentarle ante los ojos de la opinión republicana como resumen y compendio de todas las incapacidades, de todos los errores y de las insensateces más inauditas. No lo creemos. Acaso hayan sido auxiliares morales e inconscientes del complot: auxiliares a sabiendas, no puede ser.
Suponemos, de todos modos, que algunos republicanos harán hoy severísimo examen de conciencia. Y no insistimos más sobre este punto porque faltan datos concluyentes, informes precisos acerca de la organización y desarrollo del complot.
Desde luego, si algún acontecimiento inesperado no viniese a complicar la situación, parece seguro, por lo que hasta las cinco de la madrugada está sucediendo, que el movimiento, importante acaso por la intención de los conspiradores, va a reducirse a un episodio menos dramático que la huelga revolucionaria de Sevilla o que la sublevación del Llobregat.
El Gobierno ha movilizado sus fuerzas con rapidez y eficacia extraordinarias, y todos los resortes del mando han funcionado de manera perfecta, hasta el punto de que en no mucho más de una hora todo habrá concluido, a favor del Poder público. Ni por un solo instante abandonó el presidente del Consejo su residencia del palacio de Buenavista, edificio preferentemente amenazado por los conspiradores. El ministro de la Gobernación estuvo en su despacho oficial durante toda la noche.
Se diría que la autoridad se adelantaba mecánicamente a cada una de las maniobras de los conjurados.
El resultado inmediato del suceso de hoy es evidente fortalecimiento del Gobierno en sus posiciones y reagrupación de las fuerzas republicanas.
Lamentemos, puesto que el instante no permite más amplios comentarios, los dolorosos sacrificios con que esta aventura sin nombre se está cerrando, y terminamos esta nota urgente pidiendo al Gobierno, aunque el Gobierno actual no necesita estímulo, que sin vacilación y con la serenidad que tan extraordinarias pruebas viende dando, restablezca el imperio de ley frente a todo y frente a todos.
(El Sol, 10 de agosto de 1932.)
Desde hace algunas semanas venía el Gobierno recibiendo informes de que elementos calificados como monárquicos preparaban un golpe de mano en Madrid, a fin de apoderase de los centros oficiales que ellos suponían vitales para el Gobierno y para el régimen. Esos informes añadían que en el movimiento habrían de participar militares retirados y, junto a ellos, organizaciones de paisanos. En vista de todo ello, comenzaron a adoptarse medidas policíacas muy rigurosas y secretas, y se estableció cerca de determinadas personas un servicio de vigilancia sumamente estrecho. Tal era el conocimiento que el gobierno tenía de los planes urdidos contra él y contra la República, y de naturaleza tan uferte la defensa organizada para hacer frente a cualquier eventualidad, que no diremos con complacencia, pero sí veía el Gobierno con absoluta serenidad de ánimo y con la mayor tranquilidad acercarse el momento en que habría de producirse el hecho anunciado.
Los rumores de anoche.- En las últimas horas de la tarde de ayer, o mejor dicho, en las primeras horas de la noche, se acentuaron extraordinariamente los rumores concernientes a un golpe de mano contra determinados centros oficiales. En las Redacciones de los periódicos y en los corrillos de los cafés se aseguraba terminantemente que el complot debía estallar en la madrugada de hoy, y hasta se precisaba que el movimiento tendría lugar de cuatro a cinco de la mañana. Es evidente que si esas informaciones habían llegado por vías absolutamente públicas y ostensibles a conocimiento de los periódicos y de los comentaristas desocupados, el Gobierno estaba en posesión de todos los datos relacionados con el complot y, por consiguiente, en condiciones de sofocarlo rápidamente.
Los edificios amenazados.- Entre otras cosas, sabía el director general de Seguridad que el movimiento iba encaminado a tomar por asalto el palacio de Buenavista (ministerio de la Guerra), la Dirección General de Seguridad y el Palacio de Comunicaciones.
De acuerdo con estos informes, las fuerzas de asalto quedaron estratégicamente situadas, con órdenes severísimas, de hacer fuego en cuanto vieran acercarse los grupos que debían movilizarse, según la organización del complot. La zona más ocupada por los guardias de asalto fue la que comprende las calles de Prim, Conde de Xiquena, Barquillo, Alcalá, entre Barquillo y la Cibeles, y Recoletos, entre la Cibeles y Prim, o sea toda la que se relaciona con el ministerio de la Guerra.
En las primeras horas de la madrugada el movimiento de fuerzas en la Dirección General de Seguridad era intensísimo.
Los informadores de sucesos tropezaban con grandes dificultades para el cumplimiento de su misión.
No obstante, pudieron averiguar que a las dos de la madrugada salió un carro de guardias de asalto con dirección a la calle de Doña Bárbara de Braganza. Al llegar frente a la casa número 16 de dicha calle subieron al cuarto piso y detuvieron a ocho personas, las cuales fueron inmediatamente trasladadas a la Dirección General y prestaron declaración ante el Jefe superior de Policía.
Entre los detenidos hay tres abogados del Estado, un pintor y el juez de instrucción de Sacedón, provincia de Guadalajara. Parece ser que alguno de los detenidos declaró que se habían reunido para jugar al póker. Pero la Policía sostiene que se trataba de una reunión de carácter político.
A las tres de la mañana, el director de Seguridad, señor Menéndez, recibió a los periodistas y manifestó que, de momento, no podía facilitar los nombres de los detenidos ni las causas de la detención, pues tenía pendientes otros servicios relacionados con el mismo fin.
La actividad máxima era la relacionada con las fuerzas de asalto, que han montado sus armas de tiro rápido por orden del Sr. Menéndez. El edificio de la Dirección está completamente acordonado. A las tres y media salió otro camión de guardias de asalto con dirección desconocida. Poco después llegaba en un automóvil, acompañado de dos agentes, un capitán del Ejército, al parecer, detenido.
En el palacio de Comunicaciones se desarrollaron durante la madrugada de hoy los sucesos de que ya tiene el lector noticia escueta, de la manera siguiente:
A las cuatro de la mañana, aproximadamente, penetró en Correos un teniente coronel; poco después llegó un comandante, y un minuto más tarde hizo acto de presencia un capitán. Todos iban de uniforme. Los tres fingieron no conocerse. El teniente coronel se encaminó a la ventanilla como si fuese a depositar un telegrama, y los otros dos se dirigieron al escritorio. El guardia civil de servicio advirtió que se miraban y que hacían señas.
En esto entró un alférez de Marina que traía en la mano una pistola. Observó el guardia civil que los cuatro militares se movían como tratando de envolverle, y entonces intentó retroceder hacia la pared; pero le cortó el paso un coronel, también de uniforme, que en aquel momento había entrado, y entre coronel y guardia civil se entabló el siguiente diálogo:
Coronel.- Póngase usted a mis órdenes inmediatamente.
Guardia civil.- No recibo órdenes sino de jefes de mi Cuerpo.
Coronel.- Es que traemos órdenes de fejes de su Cuerpo para que me obedezca usted.
Guardia civil.- Si esa orden no viene por escrito, no la acato.
Coronel.- ¿Quién tiene aquí al mando?
Guardia civil.- Un cabo.
Coronel.- ¿Dónde está ese cabo?
Guardia civil.- Durmiendo.
En ese instante entraron dos comandantes y preguntaron al guardia civil acerca de la sala de aparatos. El guardia les contestó que no podía decirles dónde se hallaba. El coronel insistió, diciendo:
Coronel.- Le digo que se ponga usted a mis órdenes.
Guardia civil.- Le digo que no obedezco otras órdenes que la de jefes de mi Cuerpo.
Coronel.- Pues ahora vendrá su capitán.
Guardia civil.- Pues cuando venga, ya veremos.
Al llegar a este punto el diálogo, el guardia se vió casi cercado, y entonces se echó hacia atrás y encañonó al grupo con el máuser. Su compañero, que prestaba servicio en la puerta, al darse cuenta de lo que sucedía, se echó también el fusil a la cara y apuntó hacia el grupo. Estado en esta situación, el guardia que había sostenido el diálogo ordenó a un repartidor de Telégrafos que cacheara a los conspiradores. Este repartidor sellama Andrés Vázquez. Los oficiales no admitieron el cacheo y tiraron las armas al suelo. Entonces se oyó fuera del palacio de Comunicaciones un tiroteo verdaderamente alarmante. Entraron en el vestíbulo dos parejas más de la guardia Civil. A medida que el tiroteo se intensificaba, llegaban de Recoletos grupos de conspiradores empujados por los guardias de asalto.
Los jefes que habían entrado en el primer momento en Correos no hicieron el menor ademán de disparar.
Dos muertos en Recoletos.- Confirmando noticias anteriores podemos decir que en el primer andén de la derecha del paseo de Recoletos, junto al tercer árbol, cayó muerto un alférez de complemento del Cuerpo Jurídico Militar. En el mismo andén, junto al séptimo árbol, cayó muerto un picador de Caballería, y junto a él, herida de bala y en estado gravísimo, fue recogida otra persona que aún no ha sido identificada.
El cadáver del alférez fue llevado al vestíbulo de Correos. Tiene una herida de bala en la cabeza. El guardia civil que mantuvo el diálogo con el coronel se llama Ascasio López, y su compañero, Angel del Val. La primera pareja que entró a auxiliarles estaba formada por los guardias Ildefonso Fernández y Aticino Bueno.
Más guardias de asalto heridos.- Además de los guardias de asalto que han sido asistidos en la Casa de Socorro del Hospicio, se sabe que están heridos de bala los guardias Emilio Cordero, José Gea Sánchez y Enrique Villacañas.
El director general de Seguridad, en el tiroteo.- Como nota de información podemos decir que cuando se inició el tiroteo en la calle del Conde de Xiquena, el director general de Seguridad, señor Menéndez, se puso a la cabeza de los guardias de asalto y fue el primero en hacer fuego con un rifle.
Traslado de detenidos.- A las seis y media de la mañana han llegado a la Dirección General de Seguridad de veinte a treinta paisanos detenidos en el palacio de Comunicaciones. El jefe superior de Policía procede a tomar las primeras declaraciones.
Al cierre de nuestra edición.- En la necesidad de cerrar la edición, pues el gobernador civil de Madrid nos comunica que no se permitirán ediciones extraordinarias, resumiremos las noticias que llegan hasta nosotros:
- Al alférez muerto se le ha ocupado una pistola ametralladora.
- Entre los militares detenidos figuran el general Fernández Pérez y el teniente coronel Ugarte.
- Hay heridos, como consecuencia de los sucesos, en las Casas de Socorro del Hospicio y de los Cuatro Caminos y en el Equipo Quirúrgico.
- Los escasísimos soldados que fueron arrastrados al movimiento pertenecen a la Remonta.
- El número de detenidos hasta ahora es, aproximadamente, de doscientos.
La actitud del señor Menéndez.- Inmediatamente después de ocurridos los sucesos en la calle del Conde de Xiquena, el director general de Seguridad se dirigió al ministerio de la Guerra para visitar al Sr. Azaña.
Cuando subía la escalera principal fue avisado de que acababa de llegar a la Cibeles una camioneta con fuerzas de Caballería al mando de un teniente y un alférez. Inmediatamente, el director general de Seguridad bajó y ordenó al teniente coronel Sr. Panguas que conminara al teniente que mandaba las fuerzas de la camioneta para que se presentara en el ministerio de la Guerra y explicara su presencia en aquel lugar.
El Sr. Panguas cumplimentó la orden, pero el teniente le replicó que no podía explicar su permanencia allí.
Entonces el director general de Seguridad se dirigió personalmente a la Cibeles, requiriendo al oficial nuevamente para que explicara la razón de su presencia y en virtud de qué órdenes se encontraba allí.
- No puedo decirlo replicó el teniente-. Estoy aquí por razones que no puedo comunicar a usted.
- Pues tengo orden de que usted se presente al ministro de la Guerra.
Texto del manifiesto del general Sanjurjo
Huelva, 10 (12 n.).- Se cenoce el texto del manifiesto que, firmado por el general Sanjurjo, ha sido repartido profusamente por Sevilla. En él se dice:
"Españoles: Surge de las entrañas sociales un profundo clamor popular que demanda justicia y nos mueve a procurarla. No hay atentado que no se haya cometido, abuso que no se haya perpetrado ni inmoralidad que no haya descendido a todos los órdenes de la Administración pública, para provecho o para el despilfarro escandaloso. La fuerza ha sustituido al derecho, la arbitrariedad a la ley, la licencia a la disciplina. La violencia se ha erigido en autoridad y la obediencia se ha rebajado a la sumisión. La incapacidad se impone donde la competencia se exhibía. El despotismo hace veces de valor y de honor de la desvergüenza. Ni los braceros del campo, ni los propietarios, ni los patronos, ni los obreros, ni los capitalistas que trabajan, ni los trabajadores ocupados o en huelga forzosa, ni el productor, ni el artesano, ni el empleado, ni los militares, ni los eclesiásticos, nadie siente la interior satisfacción de la tranquilidad de una vida pública jurídicamente ordenada, la seguridad de un patrimonio legítimamente adquirido. La inviolabilidad del hogar sagrado, la plenitud de vivir en el seno de una nación civilizada; de todo este desastre brota espontáneamente la rebelión de las almas que viven sin esperanza.
"No nos impresiona la emoción de la violencia dimanante del dramatismo de un levantamiento para el triunfo del pueblo. Las angustias del país nos emocionan profundamente. La revolución será siempre un crimen o una locura dondequiera que prevalezca la justicia y el derecho, pero no es justicia ni derecho donde prevalezca la tiranía, medios justificativos que copiamos de la revolución que se hizo en abril de 1931. Momentos mucho más desdichados que aquéllos fueron otros de año y medio de sectarismo tiránico de la economía nacional, que ha sufrido el quebranto de miles de millones; se ha hecho mofa y escarnio en el Parlamento de lo más fuertemente arraigado en la mayoría de los españoles; se han destrozado los organismos de defensa e insultado groseramente a los cuerpos armados; ha aumentado la criminalidad de modo alarmante. El parao forzoso, extendido en proporciones aterradoras, tiene en la miseria a muchos miles de obreros. No se ha tenido en varios meses ni un día de sosiego y tranquilidad, con el sobresalto constante del incendio, huelgas revolucionarias, robos, atracos y amenazas. Las leyes de excepción nos privan más que nunca de los derechos ciudadanos, y por si estos y otros males fueran pocos, se han alentado imprudentemente los sentimientos de varias regiones y envenenado aspiraciones que podían ser legítimas en su origen, poniendo en peligro inminente la integridad de España.
"Por amor a España y por imperativos de nuestra conciencia y nuestro deber, que nos obliga a salvarla de la ruina, de la iniquidad y de la desmembración, aceptamos desde este momento la responsabilidad de la gobernación del país y asumimos todas las funciones del poder público con el carácter de Junta provisional. Las Cortes, que eran ilegítimas en su origen por el régimen de terror en que fueron convocadas y erigidas, y facciosas por la prorrogación de sus funciones a extremos ni siguiera consignados en su propia convocatoria, han sido disueltas. No venimos, sin embargo, a imponer un régimen político contra la República, sino a libertar a España de la alarma, que sólo en un año ha ocasionado daños tan gravísimos en lo material y en lo moral. La forma en que los Poderes del Estado han de organizarse se determinará por la representación legítima de todos los ciudadanos designados en elecciones que se celebrarán en un régimen de libertad, sin amenazas ni coacciones que impidan manifestarse libremente la voluntad individual de los electores.
"Para ello es preciso, ante todo, que la paz y la disciplina sociales se restablezcan en beneficio de todas las clases y no en el de una sola de ellas, de modo que los actos políticos de todas las tendencias puedan celebrarse en un ambiente de tolerancia y de respeto mutuo, sin que las gentes pacíficas se vean amenazadas, como en el último simulacro de elecciones, por bandas de forajidos.
"Los poderes que esta Junta provisional asume durarán el tiempo indispensable para restablecer la disciplina, postulado esencial previo para la legitimidad de cualquier Parlamente que la nación elija; pero durante ese período de restauración de la paz pública será inexorable en la persecución de cuantos aspiren a reproducir los métodos de terrorismo a que acabamos de poner término, y sobre todo de cuantos estén al servicio de los organizaciones extranjeras, cuyo fin esencial es el de introducir y fomentar la discordia interna en las naciones, organizaciones que por lo que aquí respecta quedan desde este momento declaradas fuera de la ley.
"España necesita de todos sus hijos, y a todos hace un llamamiento apremiante para que con fe y energía nos ayuden y alienten en nuestra obra de reconstrucción, y, sobre todo, truequen en amor el odio que estimula la innoble lucha de clases que convierte las relaciones económicas entre obreros y patronos en una lucha más propia de pueblos y tiempos bárbaros que de una nación civilizada.
»Intelectuales, técnicos y funcionarios de todo orden: poned a contribución de la hermosa obra que nos proponemos vuestra inteligencia, conocimiento y honrado trabajo, origen de ideas salvadoras, provechosas iniciativas y rendimientos admirables. A todos, repetimos, requerimos para que cooperen a dotar a España de instituciones estables, a instaurar la paz interior desaparecida, a reconstituir su economía sobre la base de la estricta justicia social, sin la que no hay dicha verdadera; a imponer la libertad, que respeta todos los derechos legítimos, reconoce y acata las justas jerarquías y hace cumplir todos los deberes naturales y sociales.
"Sólo a estos fines responderán los decretos de la Junta provisional, y para ello requiere la colaboración de todos los ciudadanos. La cordialidad con que pide y espera su concurso le autoriza, si se produjera cualquier intento perturbador, para reprimirlo de un modo severo.
"¡Viva España y viva la soberanía nacional!"
(El Sol, 11 de agosto de 1932.)
Bando de guerra en Sevilla (10 de agosto de 1932)
Lo redactó el señor García de la Herrán, y decía así: "El excelentísimo señor general don José Sanjurjo y Sacanell, teniente general de los Ejército, hago saber: Queda declarado el estado de guerra en toda la región andaluza con las consecuencias que dicho estado lleva consigo. Como capitán general de Andalucía, asumo el mando, concentrando en mi autoridad todos los poderes. Así como Dios me permitió llevar el Ejército español a la victoria en los campos africanos, ahorrando el derramamiento de sangre moza, confío en que también hoy me será permitido con mi actitud llevar la tranquilidad a muchos hogares humildes, y la paz a todos los espíritus. ¡Viva España única e inmortal!
Sevilla, 10 de agosto de 1932"
(ARRARAS: Historia de la segunda República española, t. I, pág. 464.)
Se restablece la normalidad en Sevilla, y el general Sanjurjo desaparece de la ciudad
A las tres y media de la madrugada facilitaron en el ministerio de la Gobernación informes a la Prensa en el sentido de que la situación militar de Sevilla había quedado liquidada y terminada la sublevación.
Los primeros síntomas de que los sublevados renunciaban a mantenerse en su actitud se tuvieron en el ministerio de la gobernación por el restablecimiento de la comunicación telegráfica en primer término, y luego de la telefónica. Era que las fuerzas militares que guardaban los dos centros de comunicación principales de Sevilla se retiraban, y todo volvía a la normalidad.
La guarnición, con todos sus jefes y oficiales, se ha presentado a las autoridades para hacer protestas de su adhesión.
El general Sanjurjo ha desaparecido, sin que se sepa en este momento dónde se encuentra.
El general Gonzáles, general de la división de Sevilla, ha vuelto a hacerse cargo del mando de las tropas.
El episodio sevillano puede darse, pues, por absolutamente acabado.
El general Sanjurjo, detenido
A las cinco y media de la mañána se nos comunica del ministerio de la Gobernación que el general Sanjurjo ha sido detenido.
Incendiado el Círculo de Labradores de Sevilla
A las cuatro de la madrugada estuvo uno de nuestros redactores en el ministerio de la Gobernación y habló con el subsecretario de Comunicaciones y el director de Administración local. Estos confirmaron la desaparición del general Sanjurjo, al que acompañaba el general Arranz, que fue el que ayer se apoderó de la Comandancia Militar y detuvo al jefe de la división, general González.
Añadieron que el gobernador civil había tomado de nuevo el mando de la provincia. Los hechos se han producido alrededor de la uno y media de la madrugada.
Según las últimas noticias recibidas de Sevilla, esta madrugada un grupo de manifestantes que pasaba frente al Círculo de Labradores lo ha incendiado.
(El Sol, 10 de agosto de 1932.)
Sentencia del 25 de agosto de 1932 contra el general Sanjurjo
"Fallamos que debemos condenar y condenamos al procesado teniente general don José Sanjurjo Sacanell a la pena de muerte, con las accesorias, en caso de indulto, de inhabilitación absoluta perpetua y pérdida de empleo, como responsable en concepto de autor de un delito consumado de rebelión militar, previsto en el artículo 237, número 1.º del Código de Justicia Militar, y castigado en el número 1.º del artículo 238 del propio Código; al procesado general de brigada don Miguel García de Herrán, a la pena de reclusión perpetua, con iguales accesorías, como autor del mismo delito de rebelión, y en calidad de adherido a la misma, delito que sanciona el número 2.º del artículo 238 de la ley citada; al procesado teniente coronel de Estado Mayor don Emilio Esteban Infantes, a la pena de doce años y un día de reclusión temporal, con las accesorias de inhabilitación absoluta temporal en toda su extensión y pérdida de empleo, como auxiliar del mismo delito, que castiga el párrafo 1.º del artículo 240 del repetido Código, y se absuelve al capitán de infantería don Justo Sanjurjo y Jiménez Peña. Abónese al general García de la Herrán y al teniente coronel Esteban Infantes la mitad del tiempo de prisión preventiva sufrida, y no ha lugar en este momento a determinar la cuantía de la indemnización de perjuicios debida al Estado y a los particulares por razón del delito cometido, hasta tanto que no se fije oportunamente en el juicio ordinario que al efecto se instruye por los hechos que se relacionan con la presente causa. Procésase al comiso de las armas ocupadas a los reos, devolviéndose al capitán don Justo Sanjurjo la pistola de su pertenencia. Póngase esta sentencia en conocimiento del gobierno, y espérese al enterado del mismo para proceder a su ejecución, teniendo en cuenta lo prevenido en el artíclo 10 del Decreto-ley de 2 de junio de 1931, que modifica en este punto el párrafo 2.º del artículo 662 del Código de Justicia Militar. Líbrense testimonios de los particulares obrantes en esta causa referentes a la existencia del complot que produjo el alzamiento y las ramificaciones de éste, a fin de que surtan sus efectos en la pieza separada de la misma y en las actuaciones mandadas instruir a consecuencia de los sucesos ocurridos en Madrid el día 10 del actual. Así, por esta nuestra sentencia, que se publicará en la Gaceta de Madrid e insertará en la Colección Legislativa, lo pronunciamos, mandamos y firmamos."
(ARRARAS: Historia de la segunda República española, t. I pág. 491.)