Entrevista de Francisco de Viu a Ramón Menéndez Pidal

La Voz, 26 de octubre de 1931

Entrevista de Francisco de Viu a Ramón Menéndez Pidal«CHEZ» CLIO

En el antiguo Palacio del Hielo, allí donde no hace mucho tuvo asiento toda banalidad -aun para mayores empeños banales y aleatorios fue construido- y en sus muros repiqueteó la inarmónica armonía del «jaza-band» se ha domiciliado Clío, la notable matrona, la musa maestra de la vida, como la llamó Cicerón, la simbólica dama de todas las serenidades: la suma verdad y discreción. Clío, dueña y señora del mundo y de la vida pretérita, ejemplo y enseñanza de la presente, faro del futuro, nada desdeña, porque sobre todo está y todo lo rige. Tiene en España y su Madrid el severo palacio de una Academia y aun el más confortable y democrático recogimiento del Centro de Estudios Históricos. Este antiguo Palacio de la banalidad es hoy su más caro refugio. Es algo así como un severo y tranquilo convento laico. Ni decorado suntuoso, ni cuadros y muebles que inviten ni distraigan... todo blanco, todo liso, llano, limpio... En esta su casa moderna, todo llama al reposo inteligente y al estudio. Nada parece de Clío ni para Clío y, sin embargo, allí está ella como una página en blanco, con la severidad y espanto de la cuartilla por escribir.

SU GRAN SACERDOTE

Es éste, sobre todos los oficiantes, el Excmo. Sr. D. Ramón Menéndez y Pidal, presidente director de la Academia Española de la Lengua.

Don Ramón -su afabilidad sencilla por inteligente, lo hace acreedor a este apelativo familiar y pleno de corazón- está allí con todas las posibilidades accesibles que él otorga por adelantado de manera amable y fraterna.


Una amplia habitación cuadrada, toda blanca; una gran librería, nogal es la blancura, y una mesa, también nogal bajo la blancor de cuartillas y papeles, junto a un ventanal, es el sencillo paisaje, la estampa que nada dice porque nada quiere decir, para que todo lo digan y hablen los libros propicios en formación sobre los estantes y las ideas sabias, también en formación propicia en el privilegiado cerebro del autor de La España del Cid.

-¿Cree usted sinceramente que debo hablar en estos momentos?... Ya dije algo que pudo tener interés de actualidad...

-Don Ramón: entiendo, y como yo muchos, todos los sumidos en preocupación en estos trascendentales minutos de nuestra Historia, que no pueden ahorrarse ideas, aunque la prudencia aconsejase el ahorro de palabras. Usted tiene una alta significación hispanista, y España quiere, quizá indeterminadamente aún, inconcretamente, pero es indudable que quiere, quiere con vehemencia, en un tumultuoso despertar, y hay que habituarle al «posem». Sus palabras de usted, aparte de prestigio, tienen otra autoridad: la de su posición personal, siempre equidistante, no catalogada en los mercados políticos; a usted, como en el aire siempre, pocas impurezas le rozaron...

Un gesto afable, y en tono dulce, estas palabras:


-Hablemos...

EL CARRIL DE LA VIDA ESPAÑOLA

-En el ritmo de la Historia ¿Qué valor concede usted al momento actual de España?

-Parece evidente que el paso dado ahora por España es de una significación enteramente excepcional. Al desaparecer instituciones que encarrilaban nuestra vida desde siglos se han removido obstáculos tradicionales que se oponían a la franca evolución hacia la izquierda que España necesitaba para no ser un país de excepción en el mundo. La relativa facilidad con que esto se ha hecho revela la madurez del suceso. Empieza, pues, en nuestra historia una época de la que con plena confianza podemos asegurar que nos trae nuevos valores que nuestra vida moderna exigía. Pero esos valores no son ciertamente un efectivo, sino un crédito, y por cierto, un crédito difícil de cobrar.

LA TAREA QUE NOS INCUMBE

-Concretando ese ritmo a nuestra historia nacional, ¿qué sugerencias recoge usted?...

-Precisamente en este punto es donde veo una de las primeras dificultades, en la tarea que nos incumbe. Me parece que nuestras victorias desatienden demasiado un gran factor necesario para asegurar el triunfo, y es el robustecer y modelar el espíritu colectivo que ha de unir eficazmente a la nueva España, que ha de dotarla de la cohesión, de la fuerza moral necesaria para la acción. Unos partidos desestiman esos problemas, creyéndolo inactual, propio de historicistas; otros, aun percatándose de su importancia, no logran unirse para darle solución.

El hecho es que de las dos almas que rigen la vida del hombre, la individual y la colectiva, esta última está como adormilada. Así la despersonalización de España es alarmante; y como evidentemente han llegado las sacudidas del despertar, veo aquí un positivo peligro, porque si las izquierdas (uso este término simplista por brevedad) no se preocupan de modelar nuestra personalidad colectiva, lo demás lo harán sin remisión las derechas en forma menos conveniente y con evidente peligro para el triunfo logrado.

QUE GENEROSIDAD NO SEA DESPILFARRO NI ABANDONO

-¿Hasta dónde debe defenderse el unitarismo?...

-El Estado debe conceder generosamente las autonomías deseadas, sin que generosidad sea despilfarro ni abandono. La justa libertad de una región plenamente capacitada no puede menos de ser beneficiosa; ninguna ventaja hay en la uniformidad que no es voluntariamente aceptada. Bien sé que muchos piensan que la autonomía no traerá la calma, que se continuará tremolando la bandera de las reivindicaciones, que fomentará el egoísmo regional y que esto robustecerá y extenderá el extraño deseo de secesión que no podemos desconocer que se agita ya en la parte central de España; pero yo ni por un momento abrigo este recelo. Tengo fe completa en el espíritu político de las regiones y en que obtenida la autonomía, tras ella renazca el sentimiento de confraternidad, cuya falta perturba hondamente nuestra vida nacional hace tantos años.

«HARTOS OS HE DICHO, MIRADLO»

-¿Debe renunciarse al control directo del Estado en la enseñanza?

-No quiero hablar más de enseñanza; repito tranquilo el verso famoso: «Harto os he dicho, miradlo». Pero, en fin, creo que a todos parecerá preciso que si la enseñanza va a ser ejercida por las regiones tiene que haber alguien que aúne y coordine las actividades, un director del coro de varias voces. Ya la enmienda de Sánchez Albornoz recién votada, que ha conseguido mejorar en algo el texto del dictamen, atribuye al Estado la inspección de la enseñanza, y es de suponer que esa inspección sea algo eficiente.

LOS DESTINOS DEL CASTELLANO

-¿El castellano puede temer algo de esta orientación descentralizadora, que dará más vida a los otros idiomas españoles?...

-Aunque los destinos del castellano se ventilasen sólo dentro de la Península, el robustecimiento de una lengua regional hablada por dos millones y medio, o de otras habladas por poco más de dos millones y de medio millón, no podrían influir en el desenvolvimiento de la lengua hablada como única por 17 millones. Pero es que además los destinos del español, son mundiales, de 93 millones de hombres, cada vez más unidos por la actividad de la Prensa, de la telecomunicación y de los viajes rapidísimos; 93 millones en indecible capacidad de crecimiento, ya que ocupan un territorio mucho mayor que Europa. ¿Qué puede afectarle a este idioma el pequeño episodio del muy plausible cultivo de las lenguas regionales?

Al idioma no le importa nada; pero sí puede importarle mucho esto a la nación si no se encauza esa descentralización. Yo espero que una vez removidas para siempre las insensatas prohibiciones que pesaron últimamente sobre el catalán, reconocida a esta lengua toda su dignidad y todo su alto valor, los catalanes, como decía el Sr. Campaláns, cultivarán más y con más amor la lengua que nos une a todos los españoles y que nos une a los españoles con medio mundo.

LA DULZURA DEL AGUA

-¿Cuál estima usted que es la voz o mandato imperativo de la Historia en esta hora de España?

-Esta pregunta amigo mío, excede los límites de una conversación, y no sé otra cosa que volver a esos créditos difíciles de cobrar que le decía antes. Estamos en la situación de aquel héroe antiguo a quien su soberano no le da sino la vestidura de un feudo en tierra enemiga; un feudo que el héroe tenía que ganarse después por el esfuerzo propio de su brazo. Se ha hecho la revolución política; se harán también la revolución social, la religiosa y otras. Pero aún faltará revolucionar la habitual ideología vieja que seguirá rigiendo nuestra vida a pesar de tantas revoluciones, porque la ideología no se revoluciona de un empuje, su evolución, lenta, casi imperceptible, es el intento capital, la tendencia imperativa que la hora presente exige a los hombres de hoy para comenzar la conquista de esos más altos valores culturales que nos han de traer una forma superior de vida, tanto espiritual como material, más sabia, más justa, más plena.

Gran parte de esta tarea corresponde al esfuerzo de cada uno en su casa: la revolución a domicilio. No ciertamente por actos legislativos, que, aunque de gran resonancia, son de gran inutilidad para cosa tan honda y tan sutil: un día que la Gaceta salga en blanco por falta de original puede ser el comienzo de esta última revolución desde arriba. No actos de legislación sino actos de administración recta, incansable, el trabajo oscuro, cotidiano, persistente, de los gobernantes para moldear cuidadosamente la realidad viva de las personas y de las cosas de que disponemos; para seleccionar, para agrupar después lo selecto, y para de este modo organizar centros de excepción que sean los encargados de ir difundiendo por todas partes la vida nueva que ansiamos.

Don Ramón queda en su amplio despacho, todo blanco, inclinado sobre las blancas cuartillas, el roble puro de su inteligencia.

Sus palabras, sencillas, puras y limpias, cristal de inteligencia, han sido lluvia menuda y benéfica a mi espíritu. En la calle llueve también dulcemente. Los pulmones y la piel gozan agradecidos de la humedad sedante. Todo estaba muy reseco, duro, en aristas. Todo punzaba en exceso: la pasión y el sectarismo secaban el alma; la inclemencia del sol, la piel y los pulmones ¡Ya llueve!...

La estampa de España -sus campos y ciudades y sus espíritus- se muestran más amable, más íntima, más comprensiva, cordial e inteligente. Tiene un aire de más Europa norteña. La España espiritual e inteligente se desplaza hacia más altos grados de latitud Norte; por esto las almas van serenándose y llueve.

Séannos siempre propicias estas dulzuras.

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