TODAS LAS HORAS
En uno de los escritorios del Congreso hay un magnífico reloj que marca todas las medidas del tiempo: un formidable calendario en movimiento. La hora en cada país del mundo reza allí matemáticamente: Londres, París, Berlín, Washington, Roma, Tokio, Pekín, Buenos Aires...
Junto a él, en un rinconcito, está con el cronista D. Salvador Madariaga, cerebro magnífico, amplio, viajero, que como el maravilloso reloj marca las horas de todo el mundo...
La cabeza de D. Salvador Madariaga sugiere la del cóndor. De afiladas líneas, manda en ella la luz vibrante y profunda de sus ojos, de esos ojos acostumbrados a mirar y ver mucho desde muy alto, dominadores de grandes horizontes, que al descender a ras de tierra se encuentran como enjaulados.
El soberbio reloj, nuestro vecino, marca sus monocordes latidos, que residen y obedecen desde su recinto la marcha del tiempo, circunscribiendo en cada pequeña esfera la verdad de todo lo que vive en aquellos nombres: Londres, París, Berlín, Washington, Roma, Tokio, Pekín, Buenos Aires...
D. Salvador Madariaga, reloj espiritual e inteligente de todas las horas, responde preguntando:
-A sus órdenes: ¿qué desea Vd. de mí para LA VOZ?...
-Quiero saber de España fuera de España. Quiero saber de su hora, de esta su hora en la hora de la hora, de ahora de los demás países.
-Encantado.
Y sus ojos se entornan un poco, como para dominar horizontes.
EL MOMENTO FUE DE DUDA Y ESPERANZA
-¿Qué significación le ha dado a España fuera de sus fronteras el 14 de abril?...
-El primer efecto fue de duda, de temor. Instantáneamente se pensó en Kerensky, en Rusia... Pronto, casi inmediatamente, se operó una reacción favorable. La debida tonalidad en que nació la República, aquel ejemplo admirable de cordura y serenidad del día de la revolución produjeron magnífico efecto y desechó los temores.
Aquella primera lista de embajadores y representantes de España para el extranjero demostraron que elementos directores de la Intelectualidad estaban al servicio de la República, y esta nota aumentó la confianza en ella. Pronto también se reflejó un mayor resalte en su personalidad internacional y en su independencia, dos cosas que se destacaron en Ginebra y una exaltación de popularidad en Suramérica, acompañada de una nueva curiosidad y simpatía. España, un poco, y hasta un mucho, desplazada del espíritu americano, vuelve a ser actualidad y ejemplo para aquellos pueblos.
-En el ambiente y orientaciones internacionales, ¿qué innovaciones aportó la República?
-Un ajuste que se ha iniciado para la adaptación de la diplomacia a la técnica.
Las antiguas relaciones diplomáticas se asemejaban mucho a las de las personas, y se regían por las mismas tonalidades: afecto, simpatía, cordialidad, reserva, cautela, desconfianza... Ahora se va a lo orgánico, considerándose, como debe ser, cada nación como una parte del todo, y los diplomáticos no son hábiles, ni simpáticos, ni prestigiosos: son técnicos. Don Alejandro Lerroux se dio cuenta inmediatamente de esto, y lo ha demostrado admirablemente en Ginebra.
EL PROYECTO DE CONSTITUCION
-¿Cómo se juzga en Europa el proyecto de Constitución española...?
-En conjunto se le mira con simpatía y curiosidad. Algunas dudas suscitan las reformas sociales, cuyo peso financiero puede ser superior a la potencia económica de España. La calificación de «trabajadores» que emplea el proyecto constitucional para los españoles, en contra de lo que algunos creyeron, aquí no alarmó a nadie.
SE ESTA A LA EXPECTATIVA
-¿Qué vaticinios se hacen a la nueva República?
-En general se está a la expectativa, se mira nuestra República como un experimento. Como le he dicho antes, el elemento de mayor confianza fue el espectáculo maravilloso que dimos el 12 y el 14 de abril. Y el mayor triunfo de simpatía, seriedad y confianza en nuestra honradez, fue el acto hidalgo de dejar marchar al rey y a su familia de aquel modo tan señor y tan hidalgo. Los que estábamos entonces fuera de España pudimos apreciar cuanto aquel hecho nos elevó en el concepto y estimación del mundo. La misma quema de conventos, a pesar de la emoción que la noticia causó, al saber cómo habían sido respetadas las vidas de manera tan serena confirmaron la confianza en España. No debo ocultar que lo que produce mal efecto son las huelgas y las actuaciones dislocadas de los sindicatos.
EL SENTIDO HUMANITARIO
-¿Qué labor internacional cree usted que debe ser la básica de la República y cuál la más apremiante?...
-La principal, aportar ideas y organización en sentido humanitario. La más apremiante, contribuir al éxito de la Conferencia del Desarme, iniciada con la más admirable labor de Azaña y Casares Quiroga en sus respectivos ministerios. Estas tonalidades de las políticas nacionales tienen una gran resonancia en el ambiente internacional, resonancia siempre admirativa y favorable.
LAS AUTONOMIAS Y ESPAÑA
-¿La orientación iniciada, especialmente en Cataluña, en sentido autonómico, lindante con la independencia, puede disminuir el prestigio de España?...
-Lo disminuiría una posición francamente extremista, que aún perjudicaría más a Cataluña que a España; la concesión de amplias autonomías aumentará nuestro prestigio.
En el antiguo régimen, el delegado de España en la Sociedad de Naciones tenía que dirimir con frecuencia conflictos de minorías en nacionalidades de Centroeuropa, y era evidente que carecía de autoridad moral por representar una marcada tiranía centralista opresora de Cataluña. En esta aspecto, el señor Lerroux tuvo un formidable acierto con la excelente idea de nombrar delegado de España en Ginebra a D. Amadeo Hurtado, quien en la Sección sexta pronunció un gran discurso en representación de España.
Desde luego, se puede afirmar que nuestra nación ha ganado en personalidad internacional y que hoy somos actualidad simpática en el mundo.
LA HORA NUESTRA
Hasta aquí las luminosas y serenas palabras de D. Salvador Madariaga, muy interesantes, por suyas y por el tema. La pasión y curiosidad de España en estos momentos, en esta hora, donde tanto nuestro, acaso todo lo nuestro, estamos decidiendo, ha encerrado demasiado herméticamente la opinión dentro de las fronteras. El Gobierno no adolece de este mal, y del Gobierno, su más responsable ministro en estas cuestiones, el de Estado, con la colaboración de una magnífica nueva hornada de embajadores y representantes, ha ganado ya para España la atención y simpatía del mundo en la Sede Internacional de Ginebra.
Cuantos hemos danzado un poco por el mundo sabemos de cómo España vivía, fuera de ella, de las migajas de sus pasadas glorias y de su Historia; pero sentíamos cómo nos iban desplazando actuaciones más técnicas, más acordes con la realidad de los tiempos. De esperar es que, encauzadas las necesidades de organización interna, todos miren por encima de los mares y del Pirineo a esta latente vida internacional que ya no es hoy lo que fue hasta la Gran Guerra; que es una realidad viva, cuya sangre y cuyos nervios laten y duelen por igual en todos los pueblos.
El cerebro claro de D. Salvador Madariaga, el hombre todo serenidad inteligente, que sabe de las horas de todos los países y de esta hora de España, a cuyo servicio, honra y provecho trabaja, con esta interesante charla reflejo de realidades, marca a la actual posición de simpatía universal de nuestra joven República y las rutas a seguir.
El embajador de hoy ya no es ni puede ser, el amable y pulido señor que enviaba el príncipe al príncipe su amigo; es la nación cerca de otra y con ésta y todas, la inteligente máquina que tan cuidadosamente comenzó a montar el dolor de los hombres parido en la tragedia de la Gran Guerra: Ginebra, la Sociedad de las Naciones. Allí saben acaso mejor que en España de la valía de este noble español que se llama D. Salvador Madariaga.