Sobre el poder de la prensa

José Ortega y Gasset - El Sol, 13 de noviembre de 1930

Señor director de El Sol,

Mi querido amigo: Me parece muy bien que El Sol defienda a la Prensa frente a mis elucubraciones si cree que yo la he atacado. Todo ataque justifica no solo la defensa, sino el contraataque. Pero lo que francamente ya no me parece tan bien es que El Sol crea en efecto o finja creer que yo la he atacado. Por varias razones. La primera es que, deleznable o no, mi producción ha pasado casi íntegra por las columnas mismas de El Sol. Son trece años de casi continuo gravitar mi prosa, a veces kilométrica, sobre este periódico. No es un día ni dos.

El bilingüismo, ventajoso e inconveniente

Ramón Menéndez Pidal - El Sol, 3 de noviembre de 1931

Bilingüismo

La opresión lingüística que en España existió últimamente ha cesado por completo, para siempre, con la República. Las generaciones regionales educadas en la protesta contra los atropellos propenden, sin embargo, a organizarse pensando en el idioma como arma y no como instrumento.

El bilingüismo, que unos estiman riqueza espiritual y otros mero embarazo para el período educacional del individuo; el bilingüismo, ventajoso o inconveniente, es un estado natural de multitud de pueblos, un estado que no se escoge, sino que viene impuesto por la geografía, por la historia y por la ley de gravitación de los idiomas que los agrupa según sus masas. Y si es muy cierto que hay que respetar el hecho del espléndido renacimiento catalán moderno, no es menos necesario contar imprescindiblemente con el hecho magno y secular de la pacifica y perdurable penetración del castellano, desde la Edad Media, tanto en Galicia como en Cataluña y Vasconia.

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Sobre la nación española: Respuesta a Rovira Vigili

Ramón Menéndez Pidal - El Sol, 6 de septiembre de 1931

Mi último artículo en EL SOL nos ha proporcionado dos encuentros con distinguidos catalanes.

Uno de ellos amistoso y muy satisfactorio: la visita de D. Joaquín Xiráu y de D. Manuel Ainaud, con quienes no sólo es fácil entenderse, sino muy grato y útil, dada su altura de miras, su deseo de equidad y acierto en lo presente y en lo por venir.

El otro, verdadero encuentro bélico, con el Sr. Rovira y Virgili, quien en La Publicitat hace extremosos ademanes bajo el título de Las confusiones del Sr. Menéndez Pidal. Todo su escrito rebosa el infantil descomedimiento (que desde luego perdono y no retribuirá) de quien no le cabe en la cabeza que las cosas catalanas puedan ser atendidas bien más que por los catalanes. Yo, como creo que para entenderlas no todo consiste en ser catalán, me voy a permitir responder. Estoy además obligado a ello (más por una sola vez), en consideración a los merecimientos del Sr. Rovira y Virgili.

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Sobre España como nación

Ramón Menéndez Pidal - El Sol, 27 de agosto de 1931

Con motivo de la presentación a la Cámara del proyecto de Estatuto de Cataluña y de los votos particulares formulados por algunos diputados catalanes al proyecto de Constitución, y sobre todo al título de la misma, un redactor de EL SOL se ha acercado al insigne don Ramón Menéndez Pidal para conocer su pensamiento sobre el arduo problema y desde la elevada cima de su autoridad nos contesta el señor Menéndez Pidal de la siguiente manera:

El voto particular Xiráu-Alomar suprime en el comienzo de la Constitución la frase «nación española»; supresión lastimosa. Todo lo que el voto particular reconoce a España es mirándola como un estado, no como una nación.

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La Experiencia de la República - II. La libertad escamoteada

Joaquín Maurín - Texto del libro «Revolución y contrarrevolución en España», 1935

La burguesía tenía miedo a la revolución. Lo tuvo antes del 14 de abril, y lo tuvo después. El pánico de la pequeña burguesía tomó una forma parlamentaria. Todo debía resolverse en el Parlamento. Los problemas eran arrancados de cuajo de la calle y del campo para ser llevados a las Cortes. Y allí eran asfixiados. Las Cortes Constituyentes se oponían a la revolución, eran antirrevolucionarias.

Las Cortes llevaron a cabo una obra legislativa de gran amplitud. Su actuación fue extensa más que intensa. Las leyes aprobadas -y en su número más que en su calidad encontraban Azaña y los suyos la justificación de las Constituyentes- eran sucesivas puñaladas que se asestaban al cuerpo vivo de la revolución. Fue una suerte que aquel Parlamento se acabara antes de lo que sus diputados hubiesen deseado. De continuar algún tiempo más, tal vez ya hubiera sido imposible reaccionar contra los desastres que ocasionó a la revolución.

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El 14 de abril

Joaquín Maurín - Capítulo VI de «La Revolución española», 1931

El núcleo monárquico que aún quería resistir empleando un aparato ortopédico de fuerza, iba siendo cada vez más reducido. El rey, personalmente, era partidario de no ceder. Pero la burguesía en masa lo abandonaba. Había que sacrificarlo para evitar males mayores.

Todo el problema estribaba en el peligro de la transición. El momento de levantar las compuertas era inquietante.

Los monárquicos recalcitrantes propusieron celebrar en marzo las elecciones a Cortes, continuando en suspenso la Constitución. La burguesía sintió que esto era retrasar más todavía la hora de la transmisión de poderes, y dejar que la verdadera revolución siguiera preparándose.

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Un año de república, España en franquía

Gregorio Marañón - El Sol», 14 de abril de 1932

Goethe decía de las revoluciones dos cosas que se ajustan estrictamente a la realidad del mundo actual, y, desde luego, a la de España. Una, que cada revolución es siempre la consecuencia de los errores del régimen que la ha precedido. Y otra, que, mientras dura la etapa revolucionaria, es imposible juzgarla con acierto, porque sus inconvenientes se ven demasiado cerca y sus beneficios demasiado lejos. Ambas reflexiones merecen un comentario en este día en que la República española cumple el primer año de su edad.

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Manifiesto dirigido a los intelectuales

Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y José Ortega y Gasse - El Sol, 10 de febrero de 1931

«Cuando la historia de un pueblo fluye dentro de su normalidad cotidiana, parece lícito que cada cual viva atento sólo a su oficio y entregado a su vocación. Pero cuando llegan tiempos de crisis profunda, en que, rota o caduca toda normalidad, van a decidirse los nuevos destinos nacionales, es obligatorio para todos salir de su profesión y ponerse sin reservas al servicio de la necesidad pública. Es tan notorio, tan evidente, hallarse hoy España en una situación extrema de esta índole, que estorbaría encarecerlo con procedimientos de inoportuna grandilocuencia. En los meses, casi diríamos en las semanas, que sobrevienen, tienen los españoles que tomar sobre sí, quieran o no, la responsabilidad de una de esas grandes decisiones colectivas en que los pueblos crean irrevocablemente su propio futuro.

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Valle-Inclán, El Góngora de nuestro tiempo

Ramiro de Maeztu - ABC, 8 de enero de 1936

Hubo en Valle-Inclán una personalidad, una obra y una influencia que nunca se fundieron, sino que cada una corrió por su camino, sin que el hombre tuviera que ver gran cosa con la obra, ni ésta con la influencia que ejerció.

La persona era, esencialmente, la de un inmenso actor, de gran voluntad y mala traza, a quien el mundo entero servía de escenario. Valle había de ser el amo del minuto en donde se encontrase. Había nacido para decir la última palabra, la más arbitraria de todas las palabras, sobre todos los temas del cielo y de la tierra. (...)

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Mensaje de Maciá a los diputados de la Generalidad

Agencia Febus - Junio de 1931

«Señores diputados de la Generalidad de Cataluña: Sería la realización de mi más íntimo ideal que las palabras pronunciadas en este acto solemne marcasen el limite en la ruta secular de Cataluña hacia la reivindicación de sus libertades. Quisiera que, como expresión vital del despertar de las nacionalidades que se agrupan bajo la República, sintiesen pronto latir con su ritmo peculiar los corazones de los pueblos bajo la carne joven de una nueva Iberia.

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